miércoles, 22 de enero de 2014

La injusticia cansa. Sobre el último clásico de verano

Desde hace mucho tengo la convicción de vivir en un país hipócrita. Y la hipocresía es, como sabemos, una de las formas más repugnantes de la injusticia.
Los uruguayos en el exilio extrañan a su “paisito” con sus relaciones más humanas y solidarias, pero la realidad nos dice que cuando un uruguayo retorna del exterior, es recibido por sus coterráneos -a excepción de familiares y amigos cercanos, claro está- con una mezcla de desconfianza, temor y envidia, y, ante todo, rencor. Nos decimos liberales y abiertos, pero la realidad nos muestra racistas y machistas. Etcétera.
Una de las facetas de esa hipocresía es la forma “políticamente correcta” de ser. No decir lo que se piensa, sino lo conveniente para no herir a nadie. Contemporizar, verbo uruguayo por excelencia. Pero tan sólo en el plano verbal. En el de las acciones, la moneda corriente es “acomoda a tus amigos y excluye a tus enemigos”.

foto: Diario El País
Una pequeña muestra de esa forma de ser “políticamente correcta” es la que usan los periodistas de fútbol cuando se refieren a “Nacional y Peñarol, Peñarol y Nacional”. Y como este es un blog de fútbol, a ella me voy a referir.
Aunque casi todos sabemos de quiénes son hinchas cada uno, y aunque en todo partido de
fútbol siempre hay un local y un visitante, y el local suele nombrarse en primer término, nuestros pacatos periodistas se toman el trabajo de nombrarlos dos veces, para que nadie se sienta herido. Eso sí. En cuanto deben hablar del partido en sí, ahí a más de uno se le ve la hilacha e intenta demostrarnos con palabras que sucedió lo contrario a lo que vimos.
Es una historia repetida, pero no deja de indignarme.

Lo que damos en llamar fútbol local es en verdad una penosa parodia de lo que podemos ver en los grandes torneos europeos. Es la realidad de un fútbol exportador en el contexto de un negocio recontra multimillonario. Los jugadores que vemos aquí pertenecen a tres categorías: los muy jóvenes que prometen y aún no han sido exportados; los veteranos que vuelven del exterior y que presentan distintos niveles de eficacia en función de cómo les responda su físico; y quienes nunca serán transferidos. El penoso nivel local es el resultado de esta inmodificable realidad.
A esto se agrega un pésimo nivel arbitral, que determina -por justa decisión de la FIFA - que en la próxima Copa del mundo no haya árbitros uruguayos.

En los dos clásicos de verano vimos, como no podía ser de otra manera, una muestra cabal de ese juego que se practica acá, al que generosamente damos en llamar fútbol.
En ambos venció Nacional. En el primero, Peñarol se mostró por completo incompetente, y Nacional -jugando a algo y con suplentes- fue incapaz de derrotarlo en los 90 minutos, a pesar de tener durante una hora un hombre más.
En el segundo y jugando ambos con sus titulares, Nacional volvió a ser el equipo que intentó jugar a algo, y venció 1 a 0. Pero que quede claro: Nacional jugó muy mal, ante un rival que jugó aún peor.
Pero además de eso, y como ya comienza a ser tradición de estos partidos “amistosos”, el partido incluyó competencia de box, karate kid, amenazas mafiosas y un arbitraje bochornoso.

Y esta situación no deportiva nos devuelve al tema que tratábamos al comienzo.
Estoy escuchando, como siempre, hablar de la inconducta de los jugadores, de a ver si los clubes los sancionan, etc. Y en todos los casos, igualando entre ambos equipos como si lo sucedido hubiese sido de responsabilidad compartida.
Cualquiera que haya estado en una cancha de fútbol sabe que un jugador, para serlo, no sólo debe tratar bien la pelota, sino también ser guapo. La valentía no se demuestra a los golpes. El talentoso que encara entre dos rivales aún sabiendo que posiblemente ambos lo talen, muestra a las claras su personalidad. Y lamentablemente, también hay momentos en los que, si el árbitro no da garantías, los jugadores deben mostrarse dispuestos a ir más allá de sus competencias, para no dejarse patotear por el rival.

En el último clásico, con Peñarol perdiendo 1 a 0, el delantero carbonero Núñez le lanzó una patada de karate kid en los testículos a un zaguero tricolor. El hecho generó la reacción de Scotti, capitán de Nacional, quien sin llegar a golpear, actuó de todos modos con una violencia que debería haber dado lugar a una fuerte sanción. Enseguida se produjo el típico borbollón con empujones, insultos y acusaciones por ambos bandos.
Si hubiese habido un árbitro -Martín Vázquez no lo es; es un individuo que se caracteriza por no ver varias situaciones que desfavorecen notoriamente a uno de los dos equipos- tendría que haber expulsado de inmediato a Núñez y amonestado a Scotti. Y tal vez la cosa paraba ahí. Pero al no hacerlo, al permitir un minuto de manoseos, dio lugar a que otro jugador de Peñarol, Estoyanoff, midiera con absoluta premeditación que tenía al árbitro de espaldas, para propinarle una piña de knock out al lateral tricolor Álvarez. Y ahí sí comenzó la pelea. En la que muchos, de ambos bandos, participaron, y donde quien alcanzó mayor notoriedad fue el delantero tricolor “Morro” García.
Luego de unos cuantos segundos de boxeo, sin duda el momento de mayor acción de un clásico tedioso, Vázquez optó por la solución “políticamente correcta”. Echó dos jugadores de cada equipo, los obvios Núñez y Estoyanoff de Peñarol, el obvio García de Nacional, y el no tan obvio “Nacho” González de Nacional, cuando era notorio que quien más había acompañado al “Morro” en la respuesta a la agresión carbonera había sido el arquero Burián. Pero Vázquez es un tipo cuidadoso: si echaba a Burián, Nacional quedaría sin arquero, porque ya había salido lesionado su otro golero Bava. Y esto suponía demasiado perjuicio para Nacional. Máxime tomando en cuenta, no sólo que si hubiera actuado con rapidez el único expulsado debía haber sido un jugador de Peñarol, sino que antes no le había cobrado a Nacional dos claros penales, que podían haber generado una abultada victoria de 3 a 0 para los tricolores.
Y una vez expulsados, pudimos ver la seña mafiosa del “Morro” García amenazando degollar a alguien de Peñarol, un gesto que sólo puede surgir de alguien que percibe al asesinato como una posibilidad tangible, real.

Pero ni siquiera lo sucedido en sí dentro de la cancha -lo futbolístico y lo extra futbolístico- es mi tema, sino lo que está sucediendo ahora. Ese manejo de la información que hace la prensa por el cual se habla, parejamente, de la irresponsabilidad de los jugadores.
Aquí hay que decir que Núñez lanza una patada inadmisible en cualquier tipo de partido, pero mucho más en uno no oficial, y que luego Estoyanoff inicia la pelea con una piña calculada y premeditada.
Las reacciones de algunos jugadores de Nacional no son justificadas -nunca pueden serlo- pero sí son comprensibles para cualquiera -insisto- que haya estado dentro de una cancha de fútbol. Lo que no tiene justificación es la amenaza de degüello del “Morro”.
La prensa pide a ambos clubes medidas ejemplarizantes. Lo pide genéricamente, sin dar nombres e igualando.
Yo pido, de parte de Peñarol, medidas ejemplarizantes con Núñez, Estoyanoff, y su DT Goncálvez, que justifica las acciones de esos dos jugadores.
Y de parte de Nacional, medidas ejemplarizantes con el “Morro” García, y que solicite, formalmente, un duro castigo para el árbitro del partido, responsable directo de los desmanes.
Martín Vázquez -también insisto- no es simplemente un árbitro que se equivoca. Es un árbitro que elige sistemáticamente cuándo y cómo equivocarse, favoreciendo notoriamente a un equipo, y favoreciendo al otro equipo sobre el final, cuando todo el pescado está vendido, para “maquillar” con injusticias “parejas” su actuación.

Unas palabras sobre el caso Núñez. No es la primera vez que llega a Peñarol un jugador con excelentes antecedentes -en este caso, tras brillar en Liverpool sin protagonizar ningún tipo de desenfrenos- y que, una vez en tiendas mirasoles, su personalidad se transforma. Es algo que debería revisar Peñarol, quien obtuvo su grandeza no mediante matones, sino por la calidad de Rocha, Spencer, Julio César Jiménez, Venancio Ramos y Morena.

Y para concluir, la perla.
El ministerio del interior califica de “atinada” la salomónica decisión arbitral de expulsar dos jugadores de cada equipo, porque, a su entender, ese acto ayudó a evitar la violencia en las tribunas. O sea que el ministerio cree que en caso contrario hubiese habido algo más que apedreados, heridos, y vehículos rotos. No quiero pensar qué hubiese pasado si Vázquez cobraba los tres penales que cometió la defensa de Peñarol.
Ya no extraña que el ministerio se meta en temas deportivos. Hace tiempo que confunde operativos de seguridad con injerencia en el normal desarrollo de la competición. La hinchada de Nacional no puede concurrir a la tribuna locataria Amsterdam cuando le corresponde. Y, aún peor, equipos como Liverpool no pueden llevar a los grandes a su cancha.
El ministerio del interior debe garantizar la seguridad, se juegue donde se juegue. No hacerlo no sólo incide injustamente en la competencia deportiva, sino que significa admitir que el ministerio es incapaz de proporcionar seguridad en ciertas situaciones o lugares.

En fin. Que a nadie llame la atención que en este blog yo elija hablar sobre todo de la Copa del mundo o incluso de fútbol internacional. Lo que pasa es que, entre lo mal que se juega acá y la hipocresía e injusticias que deben soportarse cada día, yo al menos siento un profundo asco.

1 comentario:

  1. Y ¿qué te puedo agregar?, nada, porque estoy totalmente de acuerdo contigo.
    Lo voy a compartir en FB.
    Saludos

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